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Matías Vecino: de trabajar en el puerto, a convertirse en el nuevo obispo de Santa Fe

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La historia de Matías Vecino, el nuevo obispo auxiliar de Santa Fe, tiene matices particulares. Nadie en su familia quería que fuera cura, pero luego de un intento fallido, decidió dar el paso que le cambiaría su vida para siempre.

 

Trabajó en el puerto de Santa Fe, aprendió los secretos del comercio exterior y estudió para convertirse en Analista de Sistemas; pero Matías Vecino quería ser cura.
 
Su padre estaba "peleado" con la Iglesia, su madre pensaba que el sacerdocio no era para él y su hermano insistía en que se quedara con la familia; pero Matías Vecino quería ser cura.

 El tiempo y la vida le dieron la razón: este lunes 30 de septiembre, Matías Vecino fue ordenado obispo auxiliar de Santa Fe, luego de ser elegido por el Papa Francisco entre una terna de sacerdotes que monseñor Sergio Fenoy había propuesto para ocupar ese lugar.

Con sus 45 años recién cumplidos -nació el 28 de agosto de 1979- el padre Matías es un tipo simple, de palabras sencillas. Un hombre que comenzaba a disfrutar como nunca antes el hecho de ser párroco en su Santo Tomé natal -en la parroquia Sagrada Familia-, cuando de repente le llegó esta noticia que trastocaría su vida para siempre.

 "Yo estaba muy feliz, era el momento en que me sentía cura, muy cómodo con lo que hacía, con la cuestión social, con la parroquia, con mi labor en la Casa Juan Diego -con chicos en situación de calle-. Quizá esa comodidad fue para mí fue un signo y este llamado de Dios viene a desestructurarla", explicó Matías.

 En realidad, hacía varios meses que un rumor comenzaba a retumbar con fuerza: que su nombre aparecía en la terna de sacerdotes elevada al Papa Francisco.

 "Eso me fue preparando psicológicamente, hasta que el 24 de junio recibí una llamada de un número de Buenos Aires. Yo nunca atiendo esas llamadas, pero ese día atendí. Y eran de la Nunciatura, que pedían que fuera a Buenos Aires. En ese momento me heló un poco la sangre. Pero cuando me dieron la noticia, estaba entregado, porque ya había sentido todo lo que se podía sentir", recordó.

Matías Vecino y aquel día en que que lo cambió todo
Matías no creció en el seno de una típica familia católica practicante. De hecho, su padre nunca se llevó del todo bien con los curas y en el preciso momento en que sus hijos debían prepararse para la primera comunión, terminó peleado con el sacerdote del barrio.

 - ¿Cómo fue que terminaste siendo cura?

 - Yo tomé la comunión de grande, mis viejos no eran católicos practicantes... En un momento intentaron mandarme a catequesis, pero mi papá se enojó con el cura... Mi viejo no quería para nada a los curas.

 De repente mi papá se enfermó. En aquel momento solo sabíamos que era una autoinmune, pero hoy me atrevo a decir que era ELA.

 Entonces, mi mamá decidió mandarnos a catequesis a mí y a mi hermano Alexis -tres años menor-, como un forma de pedirle a Dios por la salud de mi papá.

 Unos años antes yo había bulineado a compañeros de la escuela porque iban a catequesis, porque hacían la comunión. Veía el circo de la comunión, el vestidito, la tortita blanca con el muñequito arriba. Me había burlado de algunos compañeros.

 Pero cuando a los 15 años mi mamá me mandó a catequesis, no le podía decir que no. Estábamos pasando por un momento familiar angustioso. Así que fui, con total mala gana.

 Hasta que la catequista nos explicó qué era la comunión y nos dijo que era el cuerpo de Cristo. Eso para mí fue muy fuerte, me destrozó. Me acuerdo de la reacción. Me lo creí tanto, que empecé ir a misa.

- ¿Qué fue lo que sentiste?

 - Afectivamente, no sé. Pero fue como un asombro, un desconcierto. A tal punto que de todo aquel año de catequesis solo recuerdo dos cosas: ese momento, y cuando me dijeron que la Virgen de Fátima le pidió a los pastorcitos que recen el Rosario. Por eso empecé a rezar el Rosario. Son las únicas dos cosas que recuerdo.

 - ¿Hay un momento de iluminación, un momento especial cuando uno decide ser sacerdote?

 - No. En mi caso lo experimenté como un proceso que me asombró, que hizo que fuera a misa.

 Cuando tomé la comunión dije 'esto es muy groso' y empecé a ir todos los días a misa. Hoy me doy cuenta de que me fui enamorando. Terminaba la misa, todos se iban y yo me quedaba un ratito frente al Sagrario.

 En un momento dije 'yo quiero tenerlo a Jesús siempre, que no me falte nunca'. Fue algo egoísta, para mí. Y empecé a intuir que ser cura era la posibilidad de tenerlo para mí, todos los días.

El día que le impidieron ingresar al seminario: la primera crisis
En diciembre de 1996, finalmente, el papá de Matías terminó falleciendo. Cuatro meses después, en quinto año del secundario y con apenas 17 años, Matías tomó la decisión se ser cura: "Fui y se lo dije al párroco, Marcelo Frank".

 Pero la familia atravesaba un momento de profundo dolor y desconcierto. Su madre le dijo que no y su deseo de ingresar al seminario debió esperar: "Hacía pocos meses que mi papá había muerto. Mi mamá estaba muy mal. Fue un año doloroso, fue mi primera crisis grande".

 Matías terminó el colegio y, si bien su familia no atravesaba problemas económicos, comenzó a trabajar en el puerto de Santa Fe, como agente de transporte aduanero y, al mismo tiempo, inició sus estudios como Analista de Sistemas.

 "Conocer el mundo del puerto fue muy lindo, atender las barcazas, entender el comercio exterior que pasaba por nuestra ciudad", recordó.

 Sin embargo, la angustia fue creciendo de manera irrefrenable: "Yo quería ser cura, pero no podía por la oposición que encontraba en mi casa. En ese momento mi madre tenía razón, yo tenía 17 años, no entendía nada de la vida y de lo que ella estaba pasando. Mi mamá estaba convencida de que yo quería ser cura para escapar de aquella realidad".

- ¿En qué momento y de qué manera pudiste cumplir tu deseo de ingresar al seminario?

 - Siempre seguí con la idea. Mi mamá me decía que, cuando cumpliera 21 años, me iba a dejar hacer lo que yo quería. Pero yo dije me voy ahora. Y me fui.

 En este caso esperé hasta último momento y se lo dije en febrero, dose semanas antes de ingresar al seminario.

 Ella me dijo 'no es lo tuyo, vas a volver. Las puertas de casa van a estar siempre abiertas'.

 Pero me acompañó. Y el primer día, aquel 5 de marzo, cuando entró en el seminario, mi vieja cambió. Nos recibieron con alegría, se sentaron a tomar mates nosotros.

 Y el día de la Fiesta de Guadalupe, mi mamá me dijo: 'La verdad, el seminario no es como yo pensaba'.

 Para mí fue un milagro, que me lo dijera el Día de la Virgen, que se produjera un cambio tan abrupto. Ayuda un montón que tu vieja te apoye. A mi hermano le costó más tiempo aceptar que estuviera en el seminario. Alexis también sufrió el dolor de mi mamá, vio sufrir a mi vieja, y yo estaba recontra terco con entrar.

 Después, terminé siendo el padrino de Confirmación de mi hermano, lo casé y le bauticé los pibes.

Aquella dura homilía en San Justo y el deseo de trabajar por los más pobres
A sus 45 años, Matías Vecino está feliz con el camino recorrido desde el momento en que pudo cumplir su sueño y, al fin, ingresó al seminario para ser cura. Sin embargo, si pudiera retroceder el tiempo haría algunas cosas de otra manera.

 - Si pudieras, ¿cambiarías algo de todo lo que viviste hasta ahora?

 - Alguna cosa que dije en una homilía en San Justo y creo que me excedí. Fui muy crudo y, en una homilía, no se debe ser tan crudo.

 Hicimos una misión con un grupo de curas jóvenes y realizamos una pequeña encuesta en las cinco escuelas secundarias de San Justo. Una católica y las otras no.

 Les preguntamos a los chicos de primero a quinto año, si habían probado drogas ilegales. En quinto nueve de cada diez dijero que sí. En primer año, cuatro de cada diez.

A mí eso me asombró mucho y, entonces, lo tiré en la homilía. Y les dije básicamente 'son los hijos de ustedes'. Me arrepiento un poco.

 Y alguna otra cosa, alguna otra macana me mandé: una vez vino una mujer y me dijo que yo la había maltratado en la confesión y que siguió en la fe gracias al Señor. Yo no me acordaba que la había tratado mal. Se ve que le dije cosas muy duras y ella necesitaba más misericordia en ese momento.

 - ¿Cuál es tu primer objetivo en este nuevo rol?

 - Por ahora no ordené demasiado mis objetivos. Pero lo primero será organizarnos mejor como Iglesia para ayudar a los más necesitados. Eso lo decidimos entre todos los curas. Tuvimos una reunión en Esperanza hace dos meses y decidimos que tenemos que organizarnos mejor, así que voy a ver si doy una mano.

 - ¿Cómo ves la situación social?

 - Esta re mal. Hay muchos chicos en la calle. Nos faltan herramientas. El Gobierno provincial nos está ayudando mucho, pero nos faltan herramientas como sociedad. Ahora estamos tratando de formar una cooperativa de reciclado para los chicos de Juan Diego, para que cuando terminen el circuito, puedan trabajar ahí.

 No los va a sostener económicamente. Es una ayuda que incluso debe estar sostenida por el gobierno. Es gente que trabaja, que hace lo posible para no volver a caer en las adicciones y en la delincuencia.

 Es muy heróico lo que hacen ellos intentando salir. A mí nunca me faltó nada. Y ellos, con lo poquito que tienen, con dos escarbadientes, hacen. Y algunos no pueden y los comprendo. No justifico que terminen delinquiendo, pero los entiendo.

 - ¿Te preocupa quedar atrapado por la burocracia de la Iglesia?

 - No. Como párroco, lo administrativo siempre lo hice charlando con los laicos de la parroquia. Una cosa lleva a la otra.

 Sí tengo un temor: como cura, estar durante varios años en una parroquia, ayuda a generar vínculos afectivos. Es como estar en una familia. Nunca me sentí solo. Eso sí me da miedo de no tenerlo ahora.

 Si bien no te falta contacto con la gente, no es ese vínculo tan cotidiano. Tal vez me tocará volver a tener contacto más fluidos con los curas. Con algunos somos amigos.

 - ¿Qué te dijo tu mamá cuando se enteró que ibas a ser obispo?

 - Yo la llamé 15 minutos antes de que se hiciera pública la noticia, el día de mi cumpleaños. Primero quedó en silencio... y después me dijo 'Yo sabia'... Mi hermano no es de muchas palabras, pero lo veo ralmente orgulloso.

 - ¿Qué creés que te diría tu viejo, que estaba peleado con la Iglesia?

 - Supongo que estaría muy contento.

 - ¿Y vos qué le dirías hoy a él?

 - Que me hubiera gustado compartir esto y otras cosas con él, pero no pude. No pude ni siquiera pedirle que me enseñe a afeitarme. No llegué ni a eso. Ni jugar a la pelota con mi papá.

 Me gustaría compartirlo con él, igual que con mis abuelos. Mi abuelo materno, que fue lo más parecido a mi papá, también se puso recontra mal cuando le dije que iba a entrar al seminario.

 Pero antes de morirse, estaba recontra orgulloso de que sea cura... Y supongo que mi viejo hubiese sentido algo parecido.

FUENTE: AIRE DIGITAL

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